Nuestras tendencias naturales a la solidaridad con los
cercanos y al temor a los extraños fueron implantadas en nuestro cerebro a lo
largo de cientos de miles de años de evolución.
El hombre primitivo vivía en pequeños grupos familiares o
clanes en los que todos dependían de todos. En la lucha por los territorios de
caza y recolección cada clan buscaba su supervivencia y si la comida o el
territorio escaseaban los demás clanes se convertían en enemigos.
Por otro lado, los fuertes lazos que unían entre sí a los
integrantes del clan dieron lugar a las primeras expresiones de solidaridad y
altruismo. La selección natural hizo que los clanes en los que los individuos
actuaban insolidariamente tuvieran muchas menos posibilidades de sobrevivir.
El altruismo, que aparentemente es contrario al egoísmo,
antropológicamente hablando, no lo es en realidad puesto que su fin último es
asegurar la transmisión de los genes, aunque sean los de su clan. Del mismo
modo que una madre puede llegar a morir por salvar a sus hijos, los miembros
del clan ponían sus vidas en peligro por sus hermanos, primos y demás
individuos del clan.
Con la llegada de la agricultura y la aparición de los
primeros núcleos de población apareció el concepto de tribu que no es más que
una ampliación del clan. Ahora el enemigo eran las otras tribus cercanas y la
solidaridad se producía con personas de tribu aunque no hubiera consanguinidad.
La llegada de la edad del Hierro con las primeras
ciudades-estado llevó al concepto de nación que es un conjunto de ciudades y
territorios con la misma lengua y cultura con una organización de poder
centralizado. En este momento aparecen las guerras santas o de religión donde
el enemigo es aquel que no adora al dios o dioses de la nación.
Con se ve hay una evolución del concepto de "lo
nuestro" y "el extraño" que ha ido creciendo en extensión desde
el núcleo familiar a la nación. Los modernos procesos de integración, como el
de la Unión Europea, aunque no sin grandes dificultades, tienden a ampliar la
extensión territorial de "lo nuestro".
Esta evolución deberá continuar hasta abarcar toda la
Humanidad.
La desaparición de las fronteras es algo no sólo deseable sino inevitable. Cuando "el extraño" deja de serlo porque lo conocemos, ya sea por los medios de comunicación o porque hemos viajado a su tierra por turismo, estudios o trabajo, es muy difícil verlo ya como un enemigo.
La desaparición de las fronteras es algo no sólo deseable sino inevitable. Cuando "el extraño" deja de serlo porque lo conocemos, ya sea por los medios de comunicación o porque hemos viajado a su tierra por turismo, estudios o trabajo, es muy difícil verlo ya como un enemigo.
El nuestro no es diferente del cerebro del artista que pintó
las cuevas de Altamira hace 15.000 años pero las circunstancias de nuestra
existencia son mucho más complejas y dinámicas que las de aquella época.
Es un avance considerable que la misma tendencia natural que
antiguamente provocaba guerras entre tribus y entre naciones ahora se encauce
mediante las competiciones deportivas o culturales.
Está claro que las ideas nacionalistas van en contra de la
corriente principal de la Historia.
No sé si fue Unamuno o Pio Baroja el que dijo que "El nacionalismo es algo
que se cura viajando" y llevaba razón.
Yo digo más, Internet terminará con los nacionalismos.
Yo digo más, Internet terminará con los nacionalismos.
El nazismo sería un tipo de nacionalismo ¿no? Es social-nacionalismo
ResponderEliminarEfectívamente, es nacionalismo y de los peores. De los que creen que los otros (judios, gitanos, negros,etc.) son infrahumanos.
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