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sábado, 20 de octubre de 2012

El clan, la tribu, la nación y la Humanidad


Nuestras tendencias naturales a la solidaridad con los cercanos y al temor a los extraños fueron implantadas en nuestro cerebro a lo largo de cientos de miles de años de evolución.
El hombre primitivo vivía en pequeños grupos familiares o clanes en los que todos dependían de todos. En la lucha por los territorios de caza y recolección cada clan buscaba su supervivencia y si la comida o el territorio escaseaban los demás clanes se convertían en enemigos.


Por otro lado, los fuertes lazos que unían entre sí a los integrantes del clan dieron lugar a las primeras expresiones de solidaridad y altruismo. La selección natural hizo que los clanes en los que los individuos actuaban insolidariamente tuvieran muchas menos posibilidades de sobrevivir.

El altruismo, que aparentemente es contrario al egoísmo, antropológicamente hablando, no lo es en realidad puesto que su fin último es asegurar la transmisión de los genes, aunque sean los de su clan. Del mismo modo que una madre puede llegar a morir por salvar a sus hijos, los miembros del clan ponían sus vidas en peligro por sus hermanos, primos y demás individuos del clan.

Con la llegada de la agricultura y la aparición de los primeros núcleos de población apareció el concepto de tribu que no es más que una ampliación del clan. Ahora el enemigo eran las otras tribus cercanas y la solidaridad se producía con personas de tribu aunque no hubiera consanguinidad.

La llegada de la edad del Hierro con las primeras ciudades-estado llevó al concepto de nación que es un conjunto de ciudades y territorios con la misma lengua y cultura con una organización de poder centralizado. En este momento aparecen las guerras santas o de religión donde el enemigo es aquel que no adora al dios o dioses de la nación.
Con se ve hay una evolución del concepto de "lo nuestro" y "el extraño" que ha ido creciendo en extensión desde el núcleo familiar a la nación. Los modernos procesos de integración, como el de la Unión Europea, aunque no sin grandes dificultades, tienden a ampliar la extensión territorial de "lo nuestro".

Esta evolución deberá continuar hasta abarcar toda la Humanidad.

La desaparición de las fronteras es algo no sólo deseable sino inevitable. Cuando "el extraño" deja de serlo porque lo conocemos, ya sea por los medios de comunicación o porque hemos viajado a su tierra por turismo, estudios o trabajo, es muy difícil verlo ya como un enemigo.

El nuestro no es diferente del cerebro del artista que pintó las cuevas de Altamira hace 15.000 años pero las circunstancias de nuestra existencia son mucho más complejas y dinámicas que las de aquella época.
Es un avance considerable que la misma tendencia natural que antiguamente provocaba guerras entre tribus y entre naciones ahora se encauce mediante las competiciones deportivas o culturales. 

Está claro que las ideas nacionalistas van en contra de la corriente principal de la Historia.

No sé si fue Unamuno o Pio Baroja el que dijo que "El nacionalismo es algo que se cura viajando" y llevaba razón.

Yo digo más, Internet terminará con los nacionalismos.

viernes, 12 de octubre de 2012

Lenguas, ¿riqueza cultural?



No soy yo un gran lector de libros sagrados pero el pasaje de la Biblia donde se dice que Dios castigó a los constructores de la torre de Babel haciendo que cada uno hablara una lengua distinta nos debería hacer reflexionar sobre si no sería bueno para la Humanidad que hubiera una sola lengua universal.



Cada vez que alguien habla de riqueza cultural al referirse a que en la Tierra se hablan unas 6.000 lenguas distintas se me mueren algunas neuronas.
Cualquiera españolito que haya salido al extranjero ha sufrido en sus carnes los inconvenientes que provoca el no manejarse en el idioma nativo.
Aquí mismo, en España, se hablan al menos cuatro lenguas con los consiguiente costes administrativos, educativos, políticos y de tiempo que conlleva. En la Unión Europea se hablan más de 40 lenguas distintas, 23 de ellas usadas oficialmente por la organización lo cual conlleva unos gastos anuales de 1.123 millones de euros anuales en traductores e intérpretes.

El origen de la diferenciación de las lenguas es el aislamiento. Las migraciones a través de los diferentes continentes y las dificultades de comunicación en épocas anteriores facilitaron la aparición de dialectos locales primero y luego de nueva lenguas. Un caso paradigmático lo tenemos en el latín. Durante el apogeo del imperio romano la mayor parte de los habitantes del sur y centro de Europa hablaban el latín. Cuando cayó el imperio y los diferentes pueblos volvieron a aislarse aparecieron las lenguas romances: el italiano, castellano, catalano-valenciano, gallego, portuges, navarroaragones, asturleones, francés, rumano, siciliano, sardo, etc.
Sin embargo eso no sucedió con la descolonización de América. Tanto en el norte (EEUU y Canadá) como en el centro y sur de América los países mantuvieron el idioma de su antigua metrópoli. Esto se debió, sobre todo, a que los medios de comunicación y de transporte mantuvieron los vínculos entre las diferentes zonas donde se hablaba cada lengua e impidiendo de esa forma la diferenciación y el nacimiento de nuevas lenguas.

Está claro que la tendencia natural es que las lenguas menos usadas vayan desapareciendo poco a poco.
En la actualidad la globalización y los medios de comunicación hacen que las lenguas más habladas, como el inglés, el español y el chino se expandan territorialmente. No sabemos cual de ellas se impondrá al final pero lo lógico es que con el tiempo se vaya a una única lengua universal y cuanto antes pase esto mejor. 
Aunque no sea el español.